¿Qué habría cambiado en la historia de la música, si Mozart no hubiera tenido una vida tan breve… 35 años, 10 meses y 8 días? Me gustaría hacer hincapié en que inmediatamente después de su fallecimiento su reputación se incrementó exponencialmente. Pronto aparecieron biografías y sus obras se publicaron con asiduidad. La influencia de Mozart afectó a Joseph Haydn, a Beethoven y luego prácticamente a toda la generación Romántica en forma inexorable.
Por ello, no siempre se trata de encontrar un estilo compositivo en Mozart, sino buscar más bien el espíritu mozartiano… su especial e incomprensible talento con el que a cada forma musical que cultivó, la llevó a la perfección y la utilizó con maestría sin igual para fines expresivos explícitos de cada una, logrando un equilibrio que hoy llamamos “CLÁSICO” y que en su tiempo fue parcialmente incomprendido… El Arte Musical a través de los contrastes.
Tal aptitud no deberíamos atribuirla solo a que fue dotado de una genialidad y un talento inigualables (Muchos me dicen… Así como no; total, era un genio). A ese talento desmedido, seríamos injustos si no agregáramos el trabajo que Mozart derrochó toda su vida con humildad, estudiando, buscando sin cansarse. Jamás cesó de aprender… pero estudiando. Llevó a la perfección un lenguaje musical esencial… porque lo estudió hasta las entrañas y lo llegó a conocer y dominar en forma absoluta.
El hombre que de niño fue tan pertinaz… nunca vio en la música un refugio. Simplemente la música se confundió con la vida. La música se convirtió en su vida. De la fragilidad de la estructura de su persona y su temprana muerte, Mozart se ha transformado hoy en un metal noble en su pureza, ahora inquebrantable e inatacable. Amado de Dios, Amadeus… sí, pero con cierta reverencia, casi con la que nos acercamos a algo sagrado y que a veces solicitamos su perdón.